jueves, 31 de mayo de 2007

NARCO O “POLLERO”, EL DILEMA

SÁSABE, Son.- Aquí, frente al desierto donde inicia la ruta de la muerte para migrantes que buscan llegar a Estados Unidos y es un paso natural para el narcotráfico, no hay de otra. El único medio para sobrevivir son los indocumentados y las drogas.

Aunque quisieran, los más de mil 500 habitantes de este pueblo enclavado en la zona desértica del estado de Sonora no tienen otra alternativa que dedicarse a ser pollero -traficante de indocumentados- o acarreador y cruzador de ellos. O bien, optar por el narcotráfico o servir como burrero para llevar al otro lado narcóticos.
Situado a casi 100 kilómetros del municipio de Altar, preámbulo de los migrantes para equiparse para la caminata de tres días en el desierto, en Sásabe la pobre economía del lugar se mantiene de lo ilegal.

Arturo Zazueta es conductor de una de las decenas de camionetas que a diario transportan de Altar a aquí entre 500 y 800 indocumentados y asegura que cada vehículo y cada persona que llega a esta población es vigilado.

Los polleros y narcotraficantes tienen todo bajo control. Se complementan unos con otros. El chofer Zazueta, acarreador de uno de los polleros, explica: Hay días en que no podemos tirar a la gente en el desierto, porque esos días trabaja la mafia y se nos avisa para que nadie se acerque, porque de lo contrario "te levantan o por lo menos te ponen una golpiza".

Entre Altar y esta frontera, uno debe transitar por un camino de terracería a cuya entrada hay un hombre que cobra el peaje para venir aquí. Los migrantes vienen como sardinas en unidades tipo vagoneta o de redilas acondicionadas para que viajen hasta 30 de ellos.
Los trabajadores que pretenden cruzar a Estados Unidos saben a lo que van. A cada paso que dan deben pagar a sobrepecio por agua, garrafones, gorras, ropa, comida y alojamiento.

Los tenis más baratos cuestan aquí 250 pesos, una chamarra de lo más corriente al mismo precio. Cualquier gorra, 60 pesos; la playera, ocho pesos, y la infaltable mochila que debe llevar cada migrante 150 pesos. Eso es lo mínimo que debe gastar en equipo un indocumentado que pretende cruzar a Estados Unidos.

Pero no es todo, el alojamiento cuesta entre 40 y 100 pesos diarios, los galones de agua hasta 50 pesos. Y el cuarto de carne seca a mínimo 100 pesos. Los negocios que venden todo esto son los únicos que abundan tanto en Sásabe como en Altar.

A los ilegales se les ve deambular, casi todos ellos en grupo, por las calles polvorientas de Sásabe. Es su forma de protegerse y cuidarse ante los polleros y trabajadores que los acechan, los vigilan y están prestos para actuar, porque saben que los indocumentados cargan dinero. Poco a poco se acercan a ellos para ofrecerse a llevarlos al desierto y dejarlos en la ruta más directa para llegar a Tucson, Arizona. El costo por llevar a cada uno es de 60 a 80 pesos, según revela Arturo Zazueta.
La Capilla, El Rancho o El Tortugo son los sitios donde dejan a los migrantes; ahí el guía o cruzador los llevará hacia Estados Unidos a través del desierto por un costo entre 500 y 800 dólares, que previamente pagaron al pollero, quien no arriesga nada. Su labor consiste en "arreglarse con los integrantes de lo que aquí se le llama el grupo", que no es otra cosa que aquellos que cobran las cuotas que deben repartirse presuntamente a autoridades, pero que en esta región pomposamente se le llama "cooperación para las viudas".

Mujeres, niños -algunos aún en brazos-, jóvenes y hombres inician desde aquí la caminata de tres días y dos noches. No les importa nada, ni las advertencias en cruces de madera que señalan más de 2 mil muertos en el desierto en los últimos años. Lo único que quieren es llegar a Estados Unidos.

Conscientes o no, forman parte de la red de enriquecimiento de algunos cuantos por el tráfico de personas y droga en esta frontera. Ignoran también que en cualquier momento de su caminata pueden sufrir choques térmicos, deshidratación, quemaduras por las altas temperaturas, impedimento para caminar por ampollas, además de la existencia de animales ponzoñosos.

Antes de internarse en el desierto, ante sus ojos desfilaron en este pueblo camionetas Nitro, Lobo y hasta Hummer propiedad de los polleros y narcotraficantes que aquí son los promotores de la economía de sobrevivencia.

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